Saludos y bienvenida

Aquí empieza mi historia diaria como Reina Guerrera, advierto a los pusilánimes y cortos de miras, a los que sufren la dolencia del puritanismo, que leerán las palabras de una mujer completa, dura y a la vez tan dulce que pica los dientes, pero también los rompe...
Luego no vengan con quejas, si quieren quédense y disfruten conmigo, nadie les obliga a leer.
Un saludo y tened mi compañía, aunque no siempre la visita a vuestros Palacios será de cortesía.
Todo lo aquí escrito es fruto de la fantasía de la autora, cualquier relación con la vida real, es pura coincidencia (¿o no?)


viernes, 10 de abril de 2009

Irae Hécate

Ahora mis dominios se han expandido, necesito tener más recursos.
Fleto mis barcos y mis tropas, salimos de cacería...
(Dedicado a todos los KAM, en especial a CARPE_DIEM, él sabe por qué)

Horas de lucha, unas con mejor suerte, otras con peor...
Pero mis depósitos están llenos, comienzo a gastarlos en construcciones poderosas.
Crecemos.
Vuelvo a casa agotada pero llena de energía, matar me excita y deseo estar con mi esposo, no se si será pronto para ello, pero me corre fuego puro en las venas, hasta mi respiración es entrecortada por el exceso de adrenalina.

No entro ni en los baños, así, llena de sangre de mis enemigos, con el olor y sudor a batalla, me despojo de mis atuendos de guerrera y me introduzco en el tálamo de mi Señor.

Duerme en sus cuartos privados hasta que yo me recupere.

Despierta asombrado, sé que parezco la mismísima Hécate después de sembrar muerte, pero no me rechaza, me acoge en su pecho poderoso como si fuera de cristal.

Sus dedos apenas tocan mi piel, algo escorada por la batalla, su aliento es viento del Sur en mis labios, me mira a los ojos y me trasmite todo el amor que posee para mi, yo lo acepto y le abro mi corazón, él lo toma gentilmente, su hombría es gloria para mi ser y como el mar, el placer me comienza a llegar en pequeñas olas que van a morir a la orilla de mi cuerpo.

Muerdo su hombro para no gritar, él se tensa también sumido en la cumbre del final.

El clímax es un acorde bifrontal que hemos tocado ambos.
Termina ya el guerrero con los brazos extendidos a ambos lados de mi cuerpo, para no abrumarme con su peso, yo recorro con los dedos su agitado pecho y soy sincera cuando le digo:

-Te amo.-
Él sonríe y me besa.

La Reina está plena.