Saludos y bienvenida

Aquí empieza mi historia diaria como Reina Guerrera, advierto a los pusilánimes y cortos de miras, a los que sufren la dolencia del puritanismo, que leerán las palabras de una mujer completa, dura y a la vez tan dulce que pica los dientes, pero también los rompe...
Luego no vengan con quejas, si quieren quédense y disfruten conmigo, nadie les obliga a leer.
Un saludo y tened mi compañía, aunque no siempre la visita a vuestros Palacios será de cortesía.
Todo lo aquí escrito es fruto de la fantasía de la autora, cualquier relación con la vida real, es pura coincidencia (¿o no?)


sábado, 25 de abril de 2009

Tiempos difíciles

Mi Señor estuvo enfermo, la peor de las enfermedades intentó llevárselo de mi lado.
Días de intensa lucha contra el mal casi me vuelven loca, le veía agonizar, retorcerse de dolores, aullar como un lobo y nada, ni nadie podía calmar su tortura.
Su piel se tornaba de un color negro y las extremidades se oscurecerían con tonos purpuras, el sudor le empapaba y mover aquella mole sola era una tarea harto dificil, había echado y condenado las puertas a toda la Corte para evitar el contagio y un mal mayor.
Doce días permanecimos enclaustrados, con medidas extremas, solo rotas para proporcionarnos alimento y agua fresca, durante este tiempo vi luchar a mi marido contra el mayor de sus oponentes, la Oscura Muerte.
Por fin un día amaneció me nos febril, sus ojos ya parecían mirar con cordura y me reconoció, me dedico una sonrisa, le dí agua y se durmió sin agitaciones.
Agotada y apunto de la extenuación, comencé a lavar su cuerpo para que descansará mejor y descubrí bajo su axila derecha un gran bulbo que había roto y expulsado su mal.
Comencé a llorar, últimamente lo hacía demasiado, y me encomendé a la Gran Hécate, mi esposo se había salvado, esa era la señal que la Peste Negra remitía.
Ese día conseguimos dormir los dos.