Saludos y bienvenida

Aquí empieza mi historia diaria como Reina Guerrera, advierto a los pusilánimes y cortos de miras, a los que sufren la dolencia del puritanismo, que leerán las palabras de una mujer completa, dura y a la vez tan dulce que pica los dientes, pero también los rompe...
Luego no vengan con quejas, si quieren quédense y disfruten conmigo, nadie les obliga a leer.
Un saludo y tened mi compañía, aunque no siempre la visita a vuestros Palacios será de cortesía.
Todo lo aquí escrito es fruto de la fantasía de la autora, cualquier relación con la vida real, es pura coincidencia (¿o no?)


martes, 31 de marzo de 2009

Batallas de alcoba

Hoy me levanté con ganas de ir de compras, no soy mujer de ir al mercado a regatear con tenderos groseros y toscos, así que cogí mis barcos directamente:







Atardecía cuando decidí parar, me había quedado con ganas de más batalla, pero mis soldados andaban ya poniendo mala cara y sobre todo la tropa de Hoplitas que aun parecían tristones por la perdida de su cabra.

Entre a Palacio tranquila, mi espada goteaba aun sangre y las criadas pusieron gesto de asco, eran muy delicadas. Una de ellas se acercó, evitando mirar mi hierro sangrante:
-Mi Señora, un caballero os espera en vuestro aposentos.-
¿Un caballero? ¿En mis aposentos? ¿Como lo habían dejado pasar sin mi consentimiento?
Recapacité y supuse que sería alguien muy cercano.
-Tomad.- La dije tendiéndola la espada.- Que la limpien y pulan con esmero, pobre de vos si se os cae y la destempláis...- Poco la faltó, pesaba demasiado para su flaco cuerpo.
Ordené a las demás que me preparan un baño en las termas, el olor a humo, sudor y muerte me envolvía como una telaraña.
Aseada ya, pasé a mi dormitorio.
Un hombre visiblemente herido y con gesto de sufrimiento, me esperaba semitendido en el diván, era el General Eipisha, me miró fijamente y apenas murmuro:
- Le he destruido los barcos, tres ataques, pero me confié y...-
No le dejé continuar, acudí presurosa a su lado llamando a gritos a los sirvientes:
-¡¡Traedme al Médico Real!! ¡¡Agua caliente y muchos paños limpios!! ¡¡Rápido!!-
El Perro se hallaba en un estado lamentable, pero gracias a los Dioses, era un hombre duro, tenía pocas heridas profundas, excepto una muy incisiva en el costado. Soportó sin un lamento la cura y el que el médico le cosiera el corte de las costillas.
Cuando al fin quedamos solos, le dí de beber hidromiel para que se hidratara y le sirviera de calmante.
-Gracias.- Me acarició la cara en un gesto tierno.
-No me deis las gracias General, sabéis que siempre recibiros es un placer, aunque no en estas circunstancias, ¿pero que sucedió?.-
Me contó un relato abreviado de la dura batalla, mis piel se erizó y mis pupilas se dilataron, había sido grandioso, me excito oírlo contar las proezas realizadas.
- Deberíais haberme llamado...-
- No os necesitaba, Reina.-
-¡¡Ufss!! Estos hombres... Siempre tan orgullosos, pues haberlo hecho solo para darme el gusto...-
Sus ojos se volvieron dos ranuras y alargando una mano me llevó hacía él, nos besamos apasionadamente, su boca sabía aun a batalla, gemí excitada, era un sabor que me extasiaba.
-Eso os lo puedo dar de otra manera Señora...-
Y a pesar de sus heridas y cansancio el General Eipisha me demostró una vez más de la madera que estaba hecho, hierro y fuego corrían por sus venas, esta vez fui yo la derrotada y él, el vencedor.