Saludos y bienvenida

Aquí empieza mi historia diaria como Reina Guerrera, advierto a los pusilánimes y cortos de miras, a los que sufren la dolencia del puritanismo, que leerán las palabras de una mujer completa, dura y a la vez tan dulce que pica los dientes, pero también los rompe...
Luego no vengan con quejas, si quieren quédense y disfruten conmigo, nadie les obliga a leer.
Un saludo y tened mi compañía, aunque no siempre la visita a vuestros Palacios será de cortesía.
Todo lo aquí escrito es fruto de la fantasía de la autora, cualquier relación con la vida real, es pura coincidencia (¿o no?)


domingo, 22 de marzo de 2009

Un buen día

Me tomaría la tarde libre para disfrutar plenamente de mi nueva adquisición, entré en mis baños a prepararme para el encuentro, exigí a las esclavas un esmerado cuidado en acicalarme, quería estar a la altura de las circunstancias, probaría hasta que punto podía influenciar en la hombría de ese nuevo semental de mi corte.
Las muchachitas mientras me bañaban, uncían y perfumaban, se sonreían y susurraban entre ellas, de vez en cuando se las escapaba un suspiro melancólico y alguna mirada de envidia. Realmente el nuevo esclavo debía ser portentoso para haberlas puesto tan excitadas, ellas estaban hartas de recibir a mi esposo y demás amantes, poderosos y dotados varones.
Dispuesta ya para el encuentro, elegí como vestidura una fina túnica completamente trasparente que mostraba toda la sazón de mi madurez, dando a mi piel morena tintes nacarados que prometían placer infinito.
Fui a mis aposentos encargando fruta fresca y vino aromatizado con especies afrodisíacas, ordené encender la más cara mirra para que el ambiente estuviera sensualmente cargado, hacia ya calor veraniego y corrieron los pesados cortinajes para aliviar la temperatura, dejando una penumbra agradable.
Me tumbé con gesto estudiádamente felino en el amplio tálamo, para que el esclavo, según entrará, viera todo mi cuerpo y lo que esperaba de él.
Pedí que lo trajeran y que nos dejaran solos, no quería ser molestada por nadie, me merecía una tarde de asueto para relajarme.
Poco tardó en ser conducido a mi presencia, observé con agrado como sus pupilas se dilataban ante la visión del lujo y de una hembra de alta alcurnia, seguramente su anterior dueña no le había ofrecido tanto y tan bueno...
-¿Hablas mi idioma?- Le pregunté.
Su cabeza se movió afirmativamente pero no pronunció palabra.
-Está bien, me gustan los hombres callados. Según tengo entendido sois de la Isla de
Snyvuos... ¿Sabéis quien soy yo?-
Afirmó nuevamente con un gesto nervioso.
-Eso facilita las cosas, desde hoy entrareis en mi séquito personal, vuestra calidad de vida en Palacio dependerá de los servicios que me prestéis, si yo estoy contenta, viviréis muy bien, si no es así, volveréis a los lupanares de las guerreras... ¿Entiendes lo que deseo?-
-Si mi Reina.- Su voz tenía un timbre extranjero que le daba un tono muy sensual.
-Ahora desnudaros y servir una copa de vino a vuestra Señora.-
Quedó inmóvil unos segundos, luego con un gesto rápido y algo avergonzado se despojó de la única prenda que llevaba, su cuerpo emergió esplendoroso, desde luego era digno de admirar, esperaba que en acción estuviera a la altura.
Se acercó a la mesa donde se hallaba la jugosa fruta y la jarra del vino, tenía andares felinos, me excitaba verle moverse.
-Servir solo una copa, bastará para los dos y traedla aquí...-
Obedientemente se situó al pie de la cama tendiéndome la bebida.
-Acercaros a mi, ¿acaso teméis a una mujer sola?-
Evidentemente no, su masculinidad me indicaba que su grado de excitación andaba a la par del mio. Se arrodilló muy cerca y el olor que emanaba me enloqueció, cogí la copa y dí un pequeño sorbo, se la ofrecí y la apuró de un trago.
Me erguí ligeramente hasta quedar a su altura despojándome de la túnica, sus ojos comenzaron a recorrer mi cuerpo como lo hace un hombre completo, deteniéndose en los lugares más íntimos de mi naturaleza.
Mis dedos acariciaron suavemente su torso henchido, era como tocar piedra, pero formada de roca viva y caliente. Su boca se abrió ligeramente asomando una retahíla de dientes blancos y perfectos. Cogiéndole con ternura la cabeza, le besé suavemente, sabia a vino y deseo, sabia al Néctar de los Dioses.
Me tumbé nuevamente y él me siguió, su peso era agradablemente perturbador y sus manos comenzaron a explorarme con una maestría que nunca había imaginado en un esclavo.
-Hacedme feliz.- Le susurré con la voz bronca por el deseo. No tuve que decirlo dos veces.
Supo encontrar en mí, cada punto débil que me hacía gemir deseosa de su ser, recorrió con lentitud extrema y estudiada cada palmo de mi cuerpo, ya abierto para recibirle, pero me hacía sufrir entreteniéndose en darme más castigo gozoso, creí que iba a enloquecer de lujuria, necesitaba sentir su masculinidad llenándome, pero se hacia de rogar para conseguir tenerme más plena, más entregada. Rogué con un tono de voz que ni yo misma me conocía:
-Por favor....-
El me besó profundamente y sentí a la vez como llenaba mi ser, la plenitud fue tal, que creí haber muerto de placer en ese mismo momento.
Gracias a la maestría de este ser perfecto, llegué al Reino de Hades repetidas veces, él también sentía lo mismo, la entrega era mutua y perfecta, con la predisposición que yo le mostraba y mi sabiduría extrema, realizáramos un acto supremo en apología amatoria.
Caímos vencidos los dos al mismo tiempo, él acarició mi vientre perlado de sudor, yo su boca perfecta de griego y nos besamos con ternura de viejos amantes.
Agradecí a los Dioses haber encontrado tan buen compañero en las artes amatorias y juré que su vida en Palacio estaría llena de pequeños lujos y comodidades, lejos de la vista de mi Señor, claro...
Aun hubiera podido continuar con mi nuevo juguete, pero las labores del día reclamaban mi atención, le ordené que se marchará a descansar, pero con un tono dulce de amante satisfecha y no de Señora e hice pasar a mi servicio mientras me vestía, dí indicaciones para que le alojarán en cómodas estancias y tuviera personal propio que le atendieran en sus mínimos caprichos.
Hecho esto, me ceñí una toga de aspecto austero que ocultara las transparencias y me dirigí al cuartel para ver el resultado de las contiendas que antes había mandado.
El reporte no estuvo nada mal:



(Dedicado a los hombres que ven solo a las mujeres como un juguete sexual, nos somos de uso ni de abuso)

Batallas y luchas internas

Soy una mujer extremadamente pasional y fría a la vez, toda mi existencia se mueve en torno a estos dos conceptos antagónicos. Muchas veces creo que soy incapaz de sentir empatía por nadie y de ello deriva mi extrema precisión en batalla, pero mi corazón es capaz de encenderse y amar hasta quedar consumido en cenizas.
Debido a ello, sé que causo pena y dolor, gozo y felicidad a quienes me rodean, sin ser consciente muchas veces de esos efectos
Daños colaterales por disfrutar de mi trato.
Dada esta naturaleza que poseo, no era de extrañar que hoy, mientras pasaba revista a mis tropas acuarteladas, me fijara en un esclavo que hacía labores de encalamiento en las viviendas. Su cuerpo era un canto a la perfección masculina, casi desnudo, a excepción de una tela basta que le cubría de cintura para abajo, se le exaltaba cada musculo y tendón que brillaban bajo el sol justiciero del mediodía como magnífico oro pulido. Según le vi, le deseé, pregunté a la guardia personal que averiguaran quien era y a quién pertenecía.
No tardaron en presentarse con una morena gorda de extraviada mirada, olía como un cerdo de las pocilgas y su aliento no era mucho mejor...
-Mujer, ¿eres la dueña de ese esclavo?-
Sus ojos me mostraban temor y desconfiada.
-Así es mi Reina.- El soldado que la acompañaba la dio un empellón para que agachara la cabeza mientras me hablaba.
-¿Como lo conseguisteis?-
-Es parte del botín que logramos durante las excursión a la Isla
Snyvuos.-
-Estoy interesada en el.. ¿Me lo venderíais?-
Su cara reflejo un brillo de avaricia, mis ojos la miraron duramente y mi mano derecha acarició con desidia y lentitud la espada que portaba, el gesto se trasformó en temor contenido.
-Es vuestro mi Señora, tomarlo como un presente, además no sirve para nada, es lento, torpe y como hombre jamás me dio gusto alguno.-
No me extrañaba, había que estar muy borracho o necesitado para tocar a esa hembra hedionda.
Metí mi mano en la bolsa del oro y la dí unas monedas, bastantes para que se comprará diez hombres más.
-Tomad, que no se diga que vuestra Reina no es generosa.-
Marchó bamboleante mientras contaba lo recibido, murmuraba entre dientes y pude distinguir perfectamente la palabra zorra.
Me volví hacia la guardia y les ordené llevar a Palacio al esclavo para que las criadas le asearan, -Que tengan mucho cuidado con lo que hacen.- Les advertí. -Decirlas que es de mi uso personal.
Y acercándome a otro soldado:
-Id junto a la Comandante de la Guardia y decirla que despida a esa mujer.-
Proseguí la inspección y mandé dos flotas con diez minutos de diferencia y una tropa de tierra a un Reino, para bloquear las dos ciudades del mismo Rey y cortarle las defensa mientras saqueaba, tenia los puertos a nivel uno y tardarían en volver. Hoy no les acompañé tenia asuntos pendientes en Palacio...



Reunión de la Alianza

La madrugada era extremadamente fría, todo el valle se veía cubierto por una fina helada que con los primeros rayos de sol se trasformaba en bruma, dando un aire embrujado al contorno.
Ataviada con gruesos ropajes de viaje me disponía a partir rumbo a la reunión que solíamos celebrar todos los cambios de luna en mi Alianza.
El lugar me era desconocido en cada encuentro, las extremadas medidas de protección nos hacia ignorar este punto, nuestro amado Líder, prudente en extremo, nos enviaba un carruaje fuertemente escoltado para trasladarnos a la Asamblea General.
Allí discutíamos los puntos importantes a realizar, presentaban oficialmente a los nuevos miembros, despedíamos con honores a los que habían marchado al lado de Hades, sentenciábamos a muerte a los traidores, así como planeábamos conjuntamente ataques y defensas.
En resumen, una buena excusa para juntarnos aunando lazos de sangre y poder coger la mayor borrachera del mes lunar.
Siempre acudía con ilusión a estas reuniones de caballeros y damas, guerreros, pacíficos comerciantes, florecientes granjeros y demás fauna ecléctica que formábamos una de las Alianzas de Epsilon, la Gran Pureza Vital. Pero esta vez, a pesar que volvería a ver viejos y queridos compañeros de batallas, partía con pena, sabia que mi Señor Zarathustra no acudirá esta vez, andaba tramando algo de vital importancia en la oscura cueva donde suele residir y estas reuniones sin él, eran como el pan sin sal, me falta la vida.
El sol apuntaba alto cuando por fin llegamos, esta vez el lugar elegido para la reunión era una cala resguardada de miradas indiscretas, habían habilitado en ella, lejos del oleaje, una enorme carpa por donde se veían pulular una recua de lacayos presurosos para tener todo a punto ante la llegada de los ilustres invitados.
Antes de poner un pie en tierra, acudió mi Líder gentil y caballeroso a ofrecerme su mano para descender cómodamente, era un joven y apuesto Rey, de pelo negro ensortijado, tenia una mandíbula potente y cuadrada rematada en un hoyuelo que hacia suspirar a las Damas que cortejaba, sus ojos tan oscuros como la noche, tenían el magnetismo de una cobra, la sabiduría de un viejo senador y la profundidad de la misma Parca, todo su ser emanaba un magnetismo tan atrayente, que su liderato jamás era discutido, era el Gran Rey por naturaleza y nosotros acatábamos sus designios como palabra sagrada.
-Mi querida MadreWicca. Veo que el matrimonio os sienta bien, nunca os vi tan magnífica como hoy.-
-Encantada de volveros a ver Señor, pero no hace falta que aduléis a esta vieja dama con bastantes años como para ser vuestra madre.-
-No retiro lo dicho, verdaderamente se os ve esplendorosa, si vos fuerais mi madre, seguramente yo no seria Rey, sabríamos quien mandaría en la familia...
Reímos los dos la concurrencia, debía reconocer que mi Líder era tremendamente seductor.
-Voy a pedir que os acompañen a vuestro sitio de honor.- Batió palmas y dos criados acudieron presto llevándome con trato de alteza a mi lugar en la carpa.
Mi sitio era a la derecha de mi General como Diplomática en funciones, pero ese asiento estaría vacío, contemplándolo con tristeza decidí dar un paseo por la playa.
Descalza, ya sin capa de viaje por que el calor comenzaba a tibiar los cuerpos, caminé absorta en mis pensamientos, al final de la pequeña cala rodeada de inmensos y escarpados riscos miré hacia al mar preguntándome que acontecería en Palacio, ¿sufriría algún ataque en mi ausencia? Sabía que mis movimientos eran espiados en pro de destruir y saquear mi Reino. Sacudí la cabeza intentando alejar los negros pensamientos, la tristeza por la falta de mi amado esposo me inducia a ideas nefastas.
Encontré una pequeña rama traída por el mar, quién sabe de que lejanas y exóticas tierras y como si dibujara un exorcismo a la negrura de mis elucubraciones, escribí en letras grandes los tres poderes que emanaban de mi persona, mi Mundo, mi Alianza, mi Nombre y con lágrimas ocultas también grabé en mi alma las letras que componen la palabra más pronunciada en mis anhelos, Zarathustra.


Este sencillo gesto pareció que animaba mi estado. Desandé lo recorrido y me presenté ante los viejos amigos que tanto apreciaba.
La Princesa Taely no tardó en apartarme para contarme sus líos de enamorada con el valiente Arturo que nos miraba desconfiado desde un rincón, saludé con un gesto cómplice al Ministro del Interior, el serio Akinsay, besé con ternura al sabio y callado Morgil, el vergonzoso Fosco, Ministro de Economía, me evitó todo el día, con Xt_latino y Hersay compartí charla y vino, ARTORIUS me hizo, como siempre, reírme de sus ocurrencias, con todos los restantes compañeros pasé maravillosas horas sin pensar en guerras, traiciones, saqueos, muerte...